En Mérida los jueves, se reparte esperanza

Danitza Suárez Salas

Mayo 2022

 

Amanece en La Pedregosa, una de las microcuencas de la zona metropolitana de la ciudad de Mérida, la tenue luz del amanecer entre la neblina, el cantar de los gallos, el ladrido de los perros y un fogón humeante, anuncian la llegada de un día nuevo. Arriba, en la Loma de la Virgen, Ana Lobo y Karen Peña, madres colaboradoras así lo perciben, pero con una alegría especial. ¡Es jueves! día de tamizaje, vienen los niños, madres lactantes y embarazadas de la comunidad. Unas curvas de nivel más abajo, en la calle principal que asciende por La Pedregosa, Gabriela Sánchez y la nutricionista Gauciry Bruces, en sus respectivos hogares se preparan para el ascenso, no hay vehículo rústico, ni combustible para ello. La caminata dura unos 30 minutos, entre casitas, senderos por el boesque nublado y una que otra siembra.

En Mérida, una ciudad de los Andes venezolanos entre lo rural y lo urbano, las lomas serían el equivalente a los cerros en otro lugar, y las comunidades los barrios humildes. Caminar por estas lomas entre el cemento y la madre tierra puede ser agotador por la altura, cargando equipos, cajas de nutrición y materiales aún más, pero esta es la labor que desempeña Meals4Hope, una fundación que inició su trabajo en Venezuela dando apoyo durante la severa crisis alimentaria desde hace seis años.

El nacimiento

Según su fundadora Carolina Oteyza, quien se encuentra fuera del país, esta fundación inicia con un grupo de amigos venezolanos sentados en una mesa conversando y reaccionando ante los crecientes niveles de hambre y desnutrición en el país. Corría el año 2016, un año difícil y de críticas condiciones de vida para los niños en Venezuela, muchos se desmayaban en las escuelas por hambre. Bajo esta premisa, se unen para impulsar y apoyar proyectos de organización comunitaria que puedan dar respuesta a las necesidades y combatir este flagelo.

Acompañan a Carolina en la junta directiva, Santiago Plana, Vanessa Santamaría, Luis Abad, Isabel de Oteyza e Italo Pizzolante en el board internacional. Y en Venezuela los coordinadores locales, Mercedes Romero, María de Cesaris, María Esther Núñez Deivis Meléndez y Antonio de Oteyza. Ellos junto a decenas de aliados y colaboradores llevan la esperanza a los sitios menos esperados.

Es en la comunidad Brisas del Sur del estado Bolívar y en Villa Esperanza en el estado Anzoátegui con una meta de 300 niños, donde inician. El apoyo a un comedor, un centro de recuperación nutricional paralizado, jornadas de salud y ollas comunitarias fueron los primeros proyectos. La idea no es solo enviar y entregar comida, es ir más allá, se trata de reforzar proyectos ya existentes, cooperar en la organización de la comunidad y asegurarse que continúen funcionando. A partir de allí comienzan a recolectar fondos, principalmente de la diáspora venezolana y extranjeros sensibilizados por la crisis en el país. La meta fue superada con creces y así se extendieron a los estados Lara, Portuguesa y Mérida. Es en el interior del país, donde se siente cada vez más el aislamiento y existen más necesidades no atendidas, por ello no se enfocan en la capital, Caracas.

Se registran formalmente como fundación en octubre de 2019 y cuenta hoy con más de 300 voluntarios, muchas son madres colaboradoras y profesionales que aportan sus conocimientos. Se dedican fundamentalmente a los niños, mujeres embarazadas y madres lactantes y como su nombre lo indica “Alimentando esperanza”, tratan de alimentar tanto en el hambre que existe, como en la esperanza de las comunidades trabajando juntas, en un país con una crisis humanitaria sostenida que no ve solución a corto plazo.

“Es admirable lo que la gente hace en Venezuela. Construir desde el sitio de la necesidad basados en la comunidad, ofrece una esperanza a sus habitantes. Con un buen equipo se llega a la luna, tenemos gente de confianza en el interior del país que nos ayuda a priorizar, con criterios solidos de que existe la necesidad, se trata de gente que quiere apoyar y comprometerse”– nos comenta Carolina.

“La gente da su tiempo, conocimientos y habilidades, permitiéndonos hacer un cambio positivo”

Meals4Hope en los Andes

Mercedes Romero es una mujer de mediana edad, trabajó muchos años en la alcaldía de Zea, un pueblo del municipio del mismo nombre en el estado Mérida. En mayo de 2016, mediante un estudio realizado en la población descubrió que el 60% de los niños de la zona rural de su municipio presentaban desnutrición. Inicia entonces el movimiento para llevar las comidas de esperanza a estos pequeños. Hoy tienen 90 casas que atiende a casi 400 niños, medio centenar de embarazadas y se adicionaron 75 abuelos. “La necesidad básica por alimento y nutrientes es muy grande, a pesar de ser una zona agrícola”, nos dice.

La región de los Andes cuenta también con el comedor de Misintá, cerca de Mucuchíes, donde se atienden 125 niños, junto a la casa de alimentación de Mucurubá, que ayuda a 54 niños más; ambas en el municipio Rangel del estado Mérida, donde una vez al mes el personal se acerca al tamizaje, que consiste en la medición de los valores de peso y talla a los pequeños, para verificar como van evolucionando con el programa.

En Julio de 2021, Ana Lobo una madre colaboradora de 25 años de edad, pone su casita a la orden para un centro de nutrición de Meals4hope en La Pedregosa, Municipio Libertador del estado Mérida. Con piso de tierra, paredes de bahareque y techo de zinc, vive allí con su esposo Gilberto Ruiz y su niña de nombre Kendra de ocho años con parálisis cerebral. La fundación le colaboró para realizar algunas mejoras y acondicionar el espacio, que funge de vivienda y como consultorio médico donde la nutricionista y el medico atiende a los beneficiarios del programa.

Cada jueves llegan de Loma de la Virgen, la Morita, San Rafael y Corazón de Jesús, niños con sus padres, tíos o abuelos, en busca de esperanza, algunos caminan por más de una hora. El número ha ido en ascenso, este último jueves fueron 57 niños, cinco madres lactantes y una embarazada. Muchos no saben que se trata de una fundación de extranjeros y venezolanos ayudando a otros venezolanos, lo que sí tienen claro, es que no es un programa del gobierno y saben que allí sus hijos consiguen un poquito de sustento ante tanta carencia.

Gauciry Bruces, directora y profesora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Facultad de Medicina en la Universidad de los Andes, es quien está a cargo de la evaluación semanal, los niños reciben una barra diaria y galletas. Se trata de un suplemento con 19 vitaminas y minerales, los representantes reciben la dotación para 15 días. En el tamizado de cada jueves, se registran los cambios recientes en talla, peso y masa corporal. Refiere la especialista que el 80% presenta mejoría en los primeros 15 días de iniciar al programa. Niños en riesgo permanecen cinco semanas en el programa, niños con desnutrición moderada de nueve a diez semanas, los que presenta desnutrición severa 12 semanas mínimo y luego son dados de alta. La situación país y propia de la familia puede generar que existan reingresos, porque pierden valores debido al déficit de consumo de alimentos en el hogar.

Simón Zambrano es un niño de 11 años que estudia en la escuela básica Ramón Parra Picón. ¿Cómo te sientes asistiendo a este programa?, “me siento con más energía y con más fuerza, aquí me miden me pesan y me dan barritas”.

Orlando Rodríguez es de la Loma San Rafael, trae a su hija y nieta para ayudarles, “agradezco mucho este apoyo que recibimos, pues mi hija presentaba un cuadro leve de desnutrición y ya está mucho mejor”.

Carmen Gutiérrez una madre de la Loma de la Virgen que fue atendida estando embarazada, hoy regresa para el seguimiento del caso con su bebe, cuyo peso y valores están por encima de la media, es un niño saludable, cuyos resultados son producto del programa cuando lo estaba gestando.

Mi primer encuentro con Meals4hope fue circunstancial, hacia senderismo de fin de semana por una de las lomas de La Pedregosa. Subiendo la empinada cuesta del sector los Dávila, junto a mi hijo Daniel y mi perro, encontré la casa de Ana Lobo por casualidad y allí una pared pintada que identifica el centro de nutrición de Meals4hope. Fue una agradable sorpresa saber que, a estos rincones olvidados del país y especialmente a los niños, los seres más inocentes de esta tragedia, llega la esperanza, gracias a personas maravillosas, que a pesar de vivir sus vidas lejos de Venezuela, la sientes y la padecen, en esta severa crisis humanitaria compleja que nos ha tocado vivir.

www.meals4hope.org/
@meals4hope